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29 abril 2010 0 comentarios

Acerca del "Cocido Madrileño"

En otoño, el cocido es el plato preferido de los madrileños. Y es que la historia de este tradicional plato, siempre ha estado ligada a los meses menos calurosos. Pocas cosas templan el cuerpo mejor que un cocidito madrileño. ¿Gustan?

El origen de este plato lo encontramos en la adafaina, comida típica que los judíos sefarditas cocinaban en una olla de barro durante la noche del viernes para no tener que encender el fuego el Sabbat (día de descanso judío).

El paso del tiempo y los víveres propios de cada cultura y región, hicieron evolucionar este plato en el conocido cocido. El madrileño, el de maragato, el gallego o el andaluz no comparten una misma receta pero sí su ingrediente principal: el garbanzo.

El cocido madrileño es un plato muy versátil y sus ingredientes pueden variar en función de lo que uno encuentra en el mercado, la economía del cocinero o los diferentes gustos. Clases altas, medias o bajas, elaboraban un cocido adaptado a sus bolsillos.

Así, podemos asegurar que el cocido fue sustento diario de las clases populares de Madrid hasta hace tan solo unas décadas. Pero también nos consta que, a lo largo de los siglos, varios miembros de la Familia Real eran aficionados a este condumio. Isabel II, Alfonso XII o su hermana la Infanta Isabel, tenían por costumbre saborear este plato fuera de los fogones de Palacio.

Es un plato único, contundente y frecuente en los meses más fríos. Su fórmula es muy sencilla; su elaboración, poco trabajosa; su resultado, magnífico. Sólo requiere tiempo, buenos ingredientes y buenas maneras.

En Madrid se sirve en tres vuelcos: el de la sopa, hecha con el caldo donde se cuecen los alimentos; el de los garbanzos, las verduras y patatas; y el de las carnes o viandas.

Dónde tomar el cocido. Restaurantes de renombre:

El Restaurante Lhardy, uno de los templos del cocido madrileño, elabora desde 1830 el considerado como mejor cocido de Madrid. Actualizando y elevando su gastronomía a las cotas más altas, hace posible que esta casa continúe haciendo historia. El escritor Julio Camba dijo de él: “La casa Lhardy, libre de toda crítica, sigue ostentando en Madrid el cetro de la cocina.”

Otro centenario restaurante donde elaboran el cocido desde antaño, es el restaurante La Bola. Desde su apertura, en 1870, se podían comer tres tipos de cocido: el de las doce del mediodía (de 1.15 pesetas) para obreros y empleados; el de la una de la tarde (de 1.25 pesetas) que ya llevaba gallina, y era el preferido de los estudiantes; y, a partir de las dos, el de carne y tocino, elegido por periodistas y senadores.
En La Bola se sigue la tradición familiar, el cocido madrileño se cocina en su puchero de barro individual y al fuego lento del carbón de encina.

El Malacatín es un restaurante de cocina tradicional que nació en 1895 siendo una taberna que suministraba principalmente vinos. Hoy en día atavía sus paredes con carteles taurinos que datan de 1801. Florencia Díaz y su hija Conchi, siguen ofreciendo uno de los mejores y más copiosos cocidos madrileños.

Casa Carola también goza de gran popularidad por su “Cocido madrileño con tres vuelcos”. Este restaurante ofrece un menú único de aperitivo, cocido, pan, postre y chupito a precio fijo. Añaden grandes dosis de imaginación, como las noches “compartir es vivir”. Los viernes, sábados y vísperas de festivos, ofrecen cenas de tapeo para varios comensales.
22 marzo 2009 0 comentarios

Origenes



Anatolia (Turkia), altiplano de Konya hace 6000 años. Un grupo de hombres y mujeres, hasta ese momento nómadas, se establecieron en este zona, la cual presentaba la posibilidad de cambiar la recolección forrajera por la agricultura primitiva. El clima era idóneo con las precipitaciones de lluvía adecuadas.

Era actual: Siglo XX, los arqueólogos estudiaron las ciudades de Hacilar y Catal Huyuk encontrándo los primeros datos sobre la domesticación de la planta del garbanzo, asi como las de guisantes y lentejas además de otras leguminosas.

Desde este lugar y de forma radial, las plantaciones de leguminosas se fueron extendiendo hacia territorios cercanos. Prueba de ello son los vestigios encontrados en Jericó o en Irak y que datan de principio de la Edad de Bronce. Hacia finales de esta era los garbanzos estuvieron presentes en Babilonia y hasta la isla de Creta, donde empezaron a guardarlos en grandes recipientes de barro para su conservación.

En Egipto existe la constancia de este producto entre 1600 y 1100 a.c. donde se le conocía con el nombre de "cara de halcón", por si parecido con la cabeza de este animal y se cocinaban poniéndolos en remojo para después cocerlos o freírlos con especias antes de hacer un guiso con ellos.

En el siglo VII a.c. ya se comían los garbanzos en forma de sopas en Roma, más concretamente en Pompeya, donde se almacenaban en grandes ánforas y exportándose a todo el imperio. Plinio el Viejo ya contaba acerca de los festivales en los que se lanzaban garbanzos sobre las cabezas de la gente y estos los recogían, tal como en nuestros tiempo se hace (con otros elementos) en los bautizos o en las cabalgatas durante las fiestas. También Plinio los citaba como un remedio para las verrugas, guardando dentro de una bolsa tantos garbanzos como verrugas se tuvieran y depués lanzándose por encima del hombro izquierdo.

La denominación científica del garbanzo es "cicer arietinum" y que deriva de cicer, nombre latino de la cosecha y arictinum por la forma de ariete o espolón de la semilla. Anécdótico resulta que en ciertas épocas se atribuía el nombre de Marco Tulio Cicerón a que su apellido era consecuencia de tener una verruga en la nariz del tamaño de un garbanzo.

En España, fueron los cartagineses quienes introdujeron el producto y se ha descubierto que se recolectaba en Cartago Nova (Cartagena) y que desde ahí se extendió por toda la península, precisamente por ser una semilla que podía secarse y perdurar durante mucho tiempo, eso si, si no era atacada por el gorgojo.

Los primeros convertidos al cristianismo en el siglo III de nuestra era, hacían fiestas en los cementerios para honrar a los difuntos y que se llamaban Parentalia, celebrándose entre el 13 y el 21 de febrero. En estos acontecimientos los familiares portaban ofrendas tales como el vino, garbanzos, altramuces y habas.

Ya en tiempos de Cervantes y en los libros de la época se habla de la "olla" refiriéndose a un cocido que debía llevar carnero, tocino, vaca, garbanzos, pimiento, azafrán, ajos, cebolla, repollo y perejil, algo muy parecido a lo que hoy se conoce como "el cocido", tanto sea madrileño como andaluz.

En la India se utilizaba como medicína: la exudación de la planta mezclada con el rocio se le atribuía propiedades astringentes.

Ya hacia finales del siglo XVIII se utilizaban los garbanzos asados como sustituto del café, costumbre que perduró durante tiempo.

 
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