Una de las características principales de los garbanzos es su elevada riqueza en lecitina, un tipo de grasa que tiene una gran importancia en el control del colesterol y de los trigliceridos, ya que permite emulsionar, es decir mezclar, las grasas del organismo con el agua, lo cual favorece su expulsión. Igualmente, a partir de la lecitina, se forma la colina, que se considera un miembro del grupo de la vitamina B y ayuda al hígado a prevenir o tratar una serie de enfermedades que pueden afectarle como la cirrosis, la hepatitis el cáncer de hígado o la degradación del hígado causado por toxinas. El contenido en lecitina es superior en otras legumbres, como la soja o el cacahuete, sin embargo los guisantes contienen cifras elevadas de este componente. Además de lecitina, los garbanzos son ricos en ácidos grasos esenciales, entre los que destaca el linoleico, llamado comúnmente como Omega 6.
Junto con la lecitina y los ácidos grasos esenciales, debemos hacer referencia a la fibra. Aunque el contenido total en fibra ( 17, 4 g/ 100 g) es bastante inferior a la mayoría de legumbres que contiene más del 25 % , los garbanzos poseen una elevada proporción de fibras, especialmente de fibras solubles, . Se conoce ampliamente la importancia de este tipo de fibra en el control de las enfermedades cardiovasculares. Se ha asociado la dieta mediterránea, que supone un consumo abundante de este tipo de alimentos junto con frutas y verduras, con la menor incidencia de enfermedades circulatorias en los habitantes de los países mediterráneos, en comparación con otras culturas que no incluyen estos alimentos en una proporción tan elevada. La fibra soluble, además de ser muy importante en la prevención del estreñimiento, contribuye a mejorar la circulación porque absorbe el colesterol antes que se absorba a través de los capilares del intestino, formando una especie de masa o gel que es eliminado del organismo a través de las heces. Dentro de la importancia que este alimento tiene para la salud del corazón y de las arterias, hemos de añadir el papel que en este apartado juegan también dos componentes abundantes en el garbanzo: el ácido fólico, en forma de folato, y el magnesio. Se habla continuamente de la importancia que el ácido fólico ( Vitamina B12) tiene en el embarazo, dado que previene malas formaciones fetales, lo cual ya justificaría por si solo la importancia de introducir este alimento en la dieta para la mujer embarazada. Sin embargo, el ácido fólico también es muy importante para cuidar el corazón y las arterias. El ácido fólico nos protege al disminuir el nivel de homocisteína en la sangre. Se han relacionado los niveles altos de homocisteína con un mayor riesgos de sufrir ataques cardíacos , anginas de pecho o enfermedades coronarias. Los garbanzos contienen la mayor proporción de ácido fólico dentro de las legumbres ( 557 mcg por cada 100 g de peso seco) El magnesio ayuda a mejor la elasticidad de las venas, arterias o capilares, lo cual favorece la circulación. Se ha comprobado que una deficiencia de este mineral, puede aumentar el riesgo de infarto.
Dentro de las legumbres, los garbanzos son uno de los alimentos que se digiere con mayor facilidad. La razón de esta propiedad se debe a que los garbanzos contienen menos oligosacáridos por lo que no requieren una ensalivación tan minuciosa como otras legumbres para poder ser digeridas. Su buena digestibilidad es la razón por la cual los garbanzos, a diferencia de las alubias, por ejemplo, producen tan pocas flatulencias. Esta capacidad para digerirse bien es lo que permite a los garbanzos confeccionar platos de purés a partir de la harina de garbanzo. Este tipo de harina aparece de una manera habitual en la cocina oriental que la aprovecha para elaborar exóticas recetas en las que el garbanzo le aporta su textura y su aroma tan característico.